Conjurados en la noche del solisticio, este invierno
dejamos que las horas lánguidamente nos besaran
los pies, las manos, los cuerpos cadavéricos
en que la piel se teñía de tinta a veces ocre.
Besar tus labios fríos de espectro, Aliester
temblar helada a mano abierta congelando ventanas
escarchando el sofá, el mármol del baño,
los azulejos; y ser suspendida en el aire del pasillo.
Mientras,
a gusto
tras vaciar
de bourbon
también
del bar
del salón
y aún
ardiendo
tus ojos.
Hank
se ha sumado
a su manera,
tiene
una
cerilla
en la mano
una
botella
en la otra
y un dragón
en mí
nos enciende.
- ¿Infierno?
jadeo;
- No; corean
no existe
tampoco
ni yo.
Aliester ha traído un gato, de ultratumba
- se llama, dice, Yeats -
su lengua en mis pezones y mi mano
masturbando su pene también áspero.
Cosas de niñas, buenas con los animales.
Previas de un día de solisticio de invierno, con Aliester Crowley y Charles Bukowsky
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